Las reformas y las adaptaciones de los espacios representan una parte significativa de los proyectos encargados a los estudios de arquitectura, y la reutilización de estructuras preexistentes no es una novedad. Las funciones y necesidades van cambiando con el correr del tiempo y, en consecuencia, se necesitan adaptar para satisfacer las nuevas demandas. Sin embargo, por más de que, en la mayoría de los casos, el mantenimiento de un edificio sea preferible desde el sentido económico y ecológico antes que su demolición y construcción nueva desde cero, la lógica de reutilizar un espacio no suele extenderse a sus partes constituyentes, que finalmente se convierten en escombros.
En 2019, la industria de la construcción, responsable del 38% de las emisiones globales de CO2 — provenientes de la fabricación de materiales, la construcción y sus operaciones — alcanzó su máximo histórico, según el Informe de Estado Global de los edificios y la construcción 2020. Si bien, por un lado, los datos alejan al sector del cumplimiento de los acuerdos internacionales encaminados a reducir las emisiones contaminantes, también reiteran su papel clave y estratégico en este desafío de escala global, cuestionando el modelo constructivo tal y como se practica mayoritariamente en la actualidad.
En el sector de la construcción, el modelo de economía lineal utilizado desde la producción hasta la disposición de materiales podría simplificarse esquemáticamente en las etapas de extracción, producción, construcción, uso y disposición. Este modelo revela una problemática que no es puntual y que va mucho mas allá de la etapa de fabricación de los materiales de la construcción, involucrando también su destino final. En los procesos de demolición, cuando las partes de la construcción ya no satisfacen las necesidades para las que fueron diseñadas, se destruyen y convierten en escombros. Con el fin de cumplir con cronogramas ajustados y agilizar el proceso de obra, la demolición ha sido la norma para una gran parte de los proyectos de remodelación, eliminando la posibilidad de reutilizar sus elementos y materiales constructivos.
Teniendo en cuenta un contexto en el que aproximadamente 2/3 de la superficie de los edificios existentes en la actualidad seguirán existiendo hasta 2040, y sumándose el hecho de que las reformas han demostrado ser la especialidad de los arquitectos del futuro, el modelo de transformación de los espacios construidos no debe ser una cuestión que deba ignorarse. Es necesario revisar la forma en que funciona el sector de la construcción en su conjunto y convertir el modelo lineal de utilización de materiales en un modelo circular: hay que dejar de demoler y empezar a desmontar.
El impacto de utilizar, para el mismo propósito, materiales reutilizados de la construcción, puede ser de 2 a 12 veces menor que el uso de equivalentes en nuevo estado, según el Análisis de Ciclo de Vida (ACV). Además de reducir los residuos generados en la construcción y la demolición, y los gastos y emisiones relacionados con el tratamiento de estos residuos (como el reciclaje o la incineración), el desmontaje fomenta el conocimiento de la mano de obra y la construcción local, preservando los valores culturales intrínsecos a las edificaciones preexistentes.
En este sentido, el desmontaje es un proceso de aprendizaje constante — incluso cuando la reutilización de partes de la construcción no es factible. Para desmontar los elementos de un edificio, ya sean puertas, ventanas, paneles o bancos, es necesario entender como se diseñaron sus instalaciones, es decir, deconstruir.
Los ladrillos, revestimientos y otros materiales colocados con el uso de mortero requieren un desmontaje más prolongado y, dependiendo de la situación, pueden no ser viables y/o rentables. Por lo tanto, incluso si la demolición es de hecho el destino final de un edificio — desde la demolición de sus elementos constructivos hasta su demolición completa — es necesario establecer un cronograma y analizar la mejor manera de utilizar las piezas constructivas antes de la demolición.
Con el objetivo de hacer más accesible la reutilización de elementos constructivos, en los últimos años han surgido una serie de iniciativas y empresas dedicadas a la reutilización de materiales de la construcción, que operan desde el propio desmontaje hasta la venta de piezas constructivas de edificios preexistentes, ofreciendo una gama de servicios para impulsar un cambio en el modelo constructivo tal y como lo conocemos hoy.
Esto es lo que ha demostrado Arquivo, una empresa fundada por los arquitectos Natália Lessa y Pedro Alban en Salvador (Brasil). Con la misión de simplificar la reutilización de materiales, Arquivo ofrece servicios como la remoción física de materiales reutilizables, venta de elementos de reutilización, consultoría y asistencia de proyectos, además de realizar investigaciones dirigidas a las posibilidades de reutilización en el contexto brasileño, necesario para establecer una "industria de reutilización funcional a escala nacional — necesariamente compuesta por otros actores distintos a Arquivo", como se describe en el sitio web.
Los llamados "actores" de la economía circular van más allá de las empresas especializadas en reutilización e incluyen desde depósitos de chatarra hasta arquitectos, diseñadores e ingenieros. Si bien muchas veces el movimiento de reutilización de materiales ya existe sin necesidad de una empresa con experiencia en el área, cuando actúan por su cuenta, estos actores suelen encontrar ciertas dificultades en las operaciones. Así, empresas especializadas en la reutilización de materiales de la construcción funcionan como facilitadoras del proceso en diferentes etapas siendo, en este sentido, Arquivo destacada como pionera en el contexto brasileño.
En la misma dirección, Rotor DC, una cooperativa belga creada en 2014, ha trabajado con el objetivo de organizar la reutilización de materiales constructivos en el desmontaje y la comercialización, además de colaborar con entidades gubernamentales en la elaboración de guías y normativas para fomentar la reutilización como práctica en la arquitectura, como el Manual para la reutilización fuera del sitio y la Guía para identificar la reutilización potencial de productos de construcción.
El entramado de empresas e iniciativas vinculadas a la reutilización de materiales de la construcción ha crecido en los últimos años y apunta a un futuro más prometedor en lo que se refiere al desmantelamiento y reempleo como práctica más recurrente en la arquitectura. Pero, además de este movimiento, también es necesario incentivar y regular la práctica mediante, por ejemplo, la aplicación de formularios de evaluación en cuanto a la posibilidad de reutilizar partes de la construcción antes de la obra; ofreciendo certificaciones para proyectos que reutilizan materiales constructivos y promoviendo créditos fiscales, buscando reducir la diferencia de costos entre demoliciones y desmontajes — aunque los materiales de reutilización tienen un costo significativamente menor que los nuevos, el costo de mano de obra utilizada en deconstrucciones es mayor que en demoliciones.
Finalmente, si el desmontaje es una opción viable para la demolición (o para reducir los escombros que genera), también es necesario pensar en como facilitarlo desde el inicio del proyecto, teniendo especial cuidado en la unión de los materiales y en la preferencia de herrajes y fijaciones mecánicas, tal como lo defiende el concepto de Diseño para Desmontaje (DfD) — “proyectar para desmontar”. Pensar y actuar en todas las etapas del ciclo es la forma de revertir la lógica unidireccional del consumo-disposición y promover una economía circular.
Como método para preservar no solo las partes de la construcción en si, sino también una forma constructiva de hacer, el desmontaje de estos elementos, más que la demolición, apunta a nuevas posibilidades de reinterpretar la construcción a partir de la deconstrucción. Este movimiento, más allá de la escala del edificio, contribuye a cambios significativos y necesarios en el modelo de construcción lineal.
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